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HERIDO EN COMBATE, ROBERTO VOLVIÓ A COMBATIR

 

Roberto Perera Córdova tomó posiciones en torno al campamento de los constructores donde residía en Granada cuando comenzó el desembarco yanqui; allí mismo respondió el fuego de los atacantes y fue alcanzado por esquirlas de un proyectil de gran calibre; herido llegó a la enfermería cubana y cuando fue vendado trató de regresar a su posición, pero el enemigo había avanzado y tuvo que dirigirse entonces a la misión Militar cubana, donde se combatía.

El coronel Tortoló, viéndolo en estas condiciones, le ordenó se dedicara a rellenar depósitos de municiones; por aquellos momentos el fuego era disperso, de respuesta al ataque de los intervencionistas yanquis.

“A eso de las dos o las tres de la tarde vemos venir frente a nosotros a un grupo de constructores que habían sido hecho prisioneros por los yanquis; detrás del grupo, escudándose en éstos, venían los militares agresores. Enviaron a uno de los prisioneros con el mensaje que ya nuestro pueblo conoce. Y el coronel Tortoló les contestó que no nos rendiríamos, que siguieran  su maniobra, pero que si disparaban contra nosotros, responderíamos”, relata el joven constructor cubano.

“Al día siguiente, muy temprano, el bombardeo contra nuestra posición fue salvaje. Bombas, cohetes, ametralladoras, desde aviones y helicópteros, nos caían encima. En aquel bombardeo por lo menos cayeron diez o quince cubanos, sin contar los heridos. El local donde estaban los colaboradores militares fue totalmente destruido. Pero no nos rendimos a los invasores yanquis”, dice Roberto, quien integró durante las obras del aeropuerto de Point Salines una de las comisiones de estudio de la construcción, como especialista instrumentista.

En medio de estos recios combates, cuando junto a su barraca trataba de hacer funcionar una ametralladora de cinta, vio caer a muchos de sus compañeros de labor. “Nadie, ni en el más difícil momento, flaqueó. Nadie sintió miedo”, relata Roberto.

El joven constructor pinareño - a quien los invasores también arrebataron todas sus pertenencias - recuerda que el disparo que le hirió también alcanzó a otros dos compañeros; recuerda cuando fue a recoger a un oficial de nuestras FAR, que yacía herido e imposibilitado de moverse en el suelo, y éste le dijo que primero atendiera a otros, y que actitudes reiteradas como ésta le dieron ánimos.

“Vi morir muchos a mi lado. Recuerdo tres compañeros a los que no pudo ayudárseles más: apenas teníamos medicamentos. Murieron en su puesto. Todos eran más jóvenes que yo…”, expresa.

Fue entonces cuando los supervivientes de tan desigual combate decidieron adentrarse en la boscosidad de los alrededores y caminar por entre estas laderas fangosas y cubiertas de mucha vegetación, y lograron llegar a la Embajada de la Unión Soviética. Hasta allí llegó Roberto sin camisa y en short, herido y vendado. Fue el propio Embajador soviético quien le entregó un pantalón y una camisa.

(Fernando Dávalos)