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“AQUÍ NO SE RINDE NADIE”, DIJO MARTHICA BAJO EL ASEDIO YANQUI

La teniente Martha Sofía García Salina cumplía ejemplarmente con las misiones que como traductora le habían sido planteadas en Granada.

La militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, de 26 años de edad, pequeña de estatura e inmensamente modesta, no habla mucho de sí a pesar del asedio de tantos periodistas. Al fin logro escucharle este relato de su enfrentamiento junto a otros cubanos, a los agresores yanquis.

“Cuando comienza el combate me designan para trabajar junto al compañero Luis Acosta, que se encontraba de oficial de guardia. Yo protesté, tenía un arma y quería combatir, pero al dárseme la orden fui de mala gana a cumplir. Allí me di cuenta que realmente yo hacía mucha falta, que Acosta solo no podía mantener las comunicaciones.”

“Enseguida entramos en comunicación con la Embajada, a través de la cual recibíamos las orientaciones directas de nuestro Partido y Gobierno y del Comandante en Jefe. Manteníamos también comunicación con los compañeros que se encontraban en las alturas aledañas a la Misión. Fue entonces que comprendí la importancia de la tarea encomendada.”

“A través de nosotros se comunicaba a los distintos jefes y lugares de combate las órdenes de la jefatura y las disposiciones adoptadas.”

“Así también contribuíamos a mantener informado a nuestro pueblo de la situación en Granada. Por ello, si tuviera que ser nuevamente comunicadora en un combate lo haría gustosamente, con nuevas experiencias.”

Marthica se detiene en una cuestión que le impresionó mucho y es el valor, honor y dignidad que caracteriza a los cubanos:

“Yo era la única compañera que me encontraba en nuestra posición, pero por la radio supe, porque hablaba con ellas, que había otras compañeras transmitiendo por radio, con una actitud muy valiente.”

En relación a Marthica es bueno señalar la opinión del teniente coronel Arnelio Loynaz, que se encontraba junto a ella en los primeros momentos del combate. En un momento muy difícil, según él relata, cuando aún no se habían recibido noticias de Cuba, Marthica se creció inmensa al levantar su voz y exclamar: “¡Aquí no se rinde nadie…!”

Sin embargo, no olvida los compañeros que junto a ella se batieron, y entre ellos, a los militantes del Partido y la UJC que lo compartieron todo en aras de servir a los demás:

 “Eso ayudó mucho. Se fortalecía la disciplina entre nosotros en medio de una situación tan difícil, cuando incluso habíamos visto caer a compañeros muy queridos. Los comunistas fueron la mano derecha del mando en la defensa de nuestra posición.”

“Una de las cosas que más me impresionó - recuerda Martha - fue un momento en que el combate había arreciado. Yo diría el momento culminante. Fue cuando recibimos el último mensaje de la Embajada, un mensaje de nuestro Comandante en Jefe, del pueblo de Cuba, para que lucháramos sin rendirnos, que nuestro pueblo se sentía muy orgulloso de nosotros, de todos los compañeros que se mantenían combatiendo y de los que habían caído.”

“Ese fue un momento en que hasta costaba trabajo oír por los auriculares. Se lo tuvimos que comunicar a viva voz a los compañeros que combatían bajo las bombas. Cuando se lo gritamos fue tanto el impulso que, después de recibir, salimos bajo las balas a buscar otro teléfono y comunicarlo a otro grupo de compañeros más distantes.”

Pero la teniente-traductora devenida comunicadora, no se limitó a servir sólo a las comunicaciones y, aunque a su lado estaba solamente Luis Acosta, ella socorrió también a los heridos:

“Algunos heridos llegaban a nuestra posición porque se encontraba cercana a la enfermería. Un compañero se estaba desangrando con una herida en una pierna, y el médico no había podido llegar. Arrancamos una cortina que había allí para hacerle un torniquete y otros combatientes le dieron los primeros auxilios. Cuando disminuyó un poco el trabajo de comunicaciones, salí en busca de unas pastillas, además de algo que evitara la infección, pues ya el herido tenía fiebre y mucho dolor”.

Durante la ruptura del cerco tendido por los yanquis, Marthica también socorrió al coronel Tortoló que había sido alcanzado por una bala en la pierna derecha durante el último pase de la aviación. Después lo volvió a atender al infectarse la herida.

En esas condiciones burlaron los bombardeos de la aviación y atravesaron un monte de marabú para llegar a unas elevaciones que se encontraban tras la Misión. Esa era la mejor vía, puesto que habían colocado hasta francotiradores para impedir el paso.

“Empezamos a buscar las elevaciones con aspiraciones de encontrar otros compañeros, pero la aviación comenzó a golpearnos.”

“Luego caminábamos por la cresta de las elevaciones evitando todos los caminos para no ser vistos, haciendo algunos altos para descansar. Así, hasta un punto en que ya divisábamos la costa norte y sur de Point Salines y el valle donde se encontraba el aeropuerto. Luego de contactar y recibir instrucciones, nos dirigimos a la Embajada soviética, que era la más cercana. Allí nos mantuvimos bajo una constante presión psicológica por parte del enemigo.”

La solidaridad hermana de la patria de Lenin protegió su vida valiosa y la de sus compañeros, y ya están de nuevo entre nosotros.

(Pedro Prada)