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UN MÉDICO EN EL FRENTE

Durante 15 meses el doctor Gustavo Martínez estuvo en Granada como especialista de medicina interna y miembro del contingente médico.

“Desde días antes de la agresión, existían problemas: el médico designado al contingente de constructores estaba de vacaciones en Cuba y, por otro lado, se había producido una epidemia viral que afectó a más del 50 por ciento de los trabajadores. Allí agotamos casi todos los medicamentos que teníamos y por la situación existente en el país tras la muerte de Bishop, no pudimos rehacernos de ellos. Así nos sorprende la agresión, con una posta sanitaria o enfermería carente de medicamentos importantes. Incluso para las curaciones.”

“También tuvimos que salir bajo los rockets y las balas para hacer movimientos, y eso ocasionó que de lo poco que quedaba perdiéramos muchas cosas, pues por un problema lógico, el hospital debe estar en la retaguardia, tal vez cerca de la línea, pero no en el centro del campo de batalla, ya que en la guerra, el puesto médico tiene una gran importancia estratégica y psicológica, tan es así, que uno de los objetivos del enemigo cuando se trata de ejércitos fascistas, reaccionarios, imperialistas, es ése: destruir el puesto médico, pretendiendo con eso disminuir la moral del contrario.”

“Hicimos cuanto pudimos con lo poco que había. Allí llegaban compañeros heridos de proyectiles, de fusil o morteros que fracturaron huesos y dejaron prácticamente sostenidos los miembros inferiores a veces por los tendones, a esos se les hizo una cura buena, la mayor desinfección posible dentro de esas condiciones, la inmovilización del miembro y antibióticos, con el objetivo de aliviar el dolor y reducir las complicaciones futuras. Porque son heridas sucias, en las cuales hasta la gangrena gaseosa es extraordinariamente frecuente, y el tétanos, que quizá había, y tuvimos que utilizar ron para la desinfección de las heridas y las inyecciones. No teníamos posibilidades de intervenir quirúrgicamente a algunos heridos.”

“Al producirse el ataque, se crean dos puestos médicos, luego de convertido el campamento en campo de concentración, hubo necesidad de unificarlos y se crea un hospital de campaña en uno de los albergues donde habitualmente vivían los constructores.”

“La situación más grave, una vez atendidos y evacuados los heridos, era esa gran población con padecimientos crónicos: en ese momento tuvimos una sobrecarga extraordinaria. Nos enfrentamos también a una dificultad que aparentemente nosotros creíamos que era fácil de resolver y, sin embargo, tuvo un peso tremendo, como fue el uso de los antibióticos para las epidermofitosis y las afecciones que se recrudecieron enormemente por los muchos días que los compañeros estuvieron sin poder bañarse, cambiarse de ropa, etcétera.”

“Aparte de este trabajo nuestro, en esos momentos había otro muy importante: llegar a ellos, apoyarlos desde el punto de vista psicológico, a veces hasta jaraneando.”

“Durante los duros días del feroz encierro, prevaleció la unidad: lo poco que había se distribuía equitativamente, priorizando a los enfermos, los más viejitos, los más debilitados… Los yanquis, por su parte, estaban en un puro nervio: a veces se les acercaba un cubano y saltaban hacia atrás buscando mantener la distancia, si sonaba alguna explosión de ellos mismos, esgrimían el arma para disparar, esto, ante compañeros desarmados, sin ningún medio para defenderse, pero con una moral muy alta en todo momento.”

Este médico que arribó a nuestro país como responsable del sexto vuelo procedente de Granada, en varias ocasiones ha trabajado en condiciones bastantes difíciles. El servicio rural significó para él una formidable experiencia, también haber participado como médico en la “limpia” del Escambray, en Girón, luego en Tanzania, y relata como una de las tareas más hermosas en sus 21 años de médico, los llamados planes asistenciales al triunfo de la Revolución. Y ahora Granada…

“En este tipo de trabajo, en situaciones duras, sin recursos, tan importante como el medicamento es llevarle al enfermo o al herido una palabra de aliento, una mano amiga.”

(Janet Silva)